María del Refugio,

mujer resiliente

En la actualidad es común hablar de resiliencia, y este término nos lleva a la esperanza y a la transformación; de acuerdo a Simpson (2014) la resiliencia es la capacidad que permite a la persona superar las situaciones adversas y lograr una transformación positiva de la situación. Esta primera parte de la definición permite ver dos aspectos, el primero es la situación adversa y el segundo es la situación deseada. La segunda parte de la definición se refiere al proceso dinámico que el sujeto debe seguir en relación al medio en que se desarrolla; es decir que este proceso lo realiza la persona, pero en colaboración con agentes internos y externos.

Por otro lado, Barcelata (2015), en un estudio coordinado con la UNAM, ofrece una definición sumamente sencilla y dice que es “un proceso de adaptación ante la presencia del estrés y riesgo significativo” (p. 5). Considerando entonces que la persona debe ejercitarse en adaptarse continuamente tanto a los agentes externos como a los internos; sobre todo si se habla de adolescentes quienes están en continuo cambio.

Reyzábal y Sanz dicen que es la habilidad que tiene la persona para resurgir de la adversidad, para adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva (p. 37). Debe comprenderse que la resiliencia depende de factores internos y externos que favorecen o no la respuesta de la persona. Son factores internos las características de la persona, tales como el poseer sentido del humor, la flexibilidad, ser autónomo e independiente entre otros. Los factores ambientales son aquellas características que pertenecen a la dimensión social, es decir a su familia, escuela y comunidades en general, estos grupos propician estímulos positivos como el apreciar las cualidades de la persona, mantener una comunicación positiva, expresar asertivamente sus expectativas de éxito, etc.
Se han definido los 7 pilares de la resiliencia de acuerdo a Wolin y Wolin (1993), (citados por Reyzábal y Sanz, 2014) éstos permiten a la persona darse cuenta de los elementos que posee en su interior, para hacer uso de ellos de manera que le ayude a superar las situaciones difíciles. Los pilares son: Introspección, independencia, relaciones, iniciativa, humor, creatividad y moralidad. Es conveniente que la persona reconozca cuánto posee de cada uno de estos pilares para que pueda hacer uso de ellos y convierta así una experiencia negativa en una fortaleza.
Simpson (2014), ofrece elementos para generar resiliencia: Conocimiento personal, conocimiento de los retos y las formas de enfrentarlos, autoconocimiento y autovaloración, pensamiento crítico, ubicación personal, tanto espacial como emocional, capacidad de contar con otros, interrelacionarse, capacidad optimista, sentido del humor, libertad interior que provoca felicidad, del autoconocimiento a la autotrascendencia, jugar, disfrutar, gozar, reír (Simpson, 2014), adaptación, mirar con simplicidad.
Es a partir de estos conceptos que se encuentra mucha relación entre los once elementos y la vida de María del Refugio Aguilar y Torres. La Venerable Sierva de Dios fundó el Instituto de Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento en 1910, tiempo de la Revolución Mexicana, momentos de violencia política y civil; años más tarde surge la decena trágica, 1913, en donde atacan a la Iglesia católica, ante estos acontecimientos que ponían en riesgo la fundación naciente, María del Refugio mantiene la alegría “que hace llevaderas las penas y enfermedades” (Foulkes, 1997, p. 310). Esta actitud positiva le permitía mantener su sentido del humor; se mantiene fuerte y lo expresa en una carta a Monseñor Herrera y Piña diciendo que a ella no le amedrentaban asuntos con el gobierno civil y de cualquier manera se procedía a arreglarlos.

Hay muchos detalles a lo largo de su vida en que nos enseñó a vivir con optimismo, con alegría; mujer que supo adaptarse a los continuos cambios políticos, sociales, culturales y educativos. Supo enseñar a sus religiosas el valor de la libertad interior, aunque fuera en contraposición con lo que otros opinaran; se mantuvo fiel y firme en sus ideales. Puede decirse con certeza que María del Refugio vivió en continua resiliencia, es decir en continua transformación de una realidad que parecía ser sombría en un camino de santidad iluminado por la Eucaristía y la Merced.

Esta es parte de la herencia de la Sierva de Dios, nos invita con su ejemplo, a mantenernos con esa capacidad de transformar nuestra vida en historia de salvación, a ser agentes de transformación para otros, llevando esperanza, alegría y optimismo donde más lo necesitan.

 

María del Refugio,

mujer resiliente

En la actualidad es común hablar de resiliencia, y este término nos lleva a la esperanza y a la transformación; de acuerdo a Simpson (2014) la resiliencia es la capacidad que permite a la persona superar las situaciones adversas y lograr una transformación positiva de la situación. Esta primera parte de la definición permite ver dos aspectos, el primero es la situación adversa y el segundo es la situación deseada. La segunda parte de la definición se refiere al proceso dinámico que el sujeto debe seguir en relación al medio en que se desarrolla; es decir que este proceso lo realiza la persona, pero en colaboración con agentes internos y externos.

Por otro lado, Barcelata (2015), en un estudio coordinado con la UNAM, ofrece una definición sumamente sencilla y dice que es “un proceso de adaptación ante la presencia del estrés y riesgo significativo” (p. 5). Considerando entonces que la persona debe ejercitarse en adaptarse continuamente tanto a los agentes externos como a los internos; sobre todo si se habla de adolescentes quienes están en continuo cambio.

Reyzábal y Sanz dicen que es la habilidad que tiene la persona para resurgir de la adversidad, para adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva (p. 37). Debe comprenderse que la resiliencia depende de factores internos y externos que favorecen o no la respuesta de la persona. Son factores internos las características de la persona, tales como el poseer sentido del humor, la flexibilidad, ser autónomo e independiente entre otros. Los factores ambientales son aquellas características que pertenecen a la dimensión social, es decir a su familia, escuela y comunidades en general, estos grupos propician estímulos positivos como el apreciar las cualidades de la persona, mantener una comunicación positiva, expresar asertivamente sus expectativas de éxito, etc.
Se han definido los 7 pilares de la resiliencia de acuerdo a Wolin y Wolin (1993), (citados por Reyzábal y Sanz, 2014) éstos permiten a la persona darse cuenta de los elementos que posee en su interior, para hacer uso de ellos de manera que le ayude a superar las situaciones difíciles. Los pilares son: Introspección, independencia, relaciones, iniciativa, humor, creatividad y moralidad. Es conveniente que la persona reconozca cuánto posee de cada uno de estos pilares para que pueda hacer uso de ellos y convierta así una experiencia negativa en una fortaleza.
Simpson (2014), ofrece elementos para generar resiliencia: Conocimiento personal, conocimiento de los retos y las formas de enfrentarlos, autoconocimiento y autovaloración, pensamiento crítico, ubicación personal, tanto espacial como emocional, capacidad de contar con otros, interrelacionarse, capacidad optimista, sentido del humor, libertad interior que provoca felicidad, del autoconocimiento a la autotrascendencia, jugar, disfrutar, gozar, reír (Simpson, 2014), adaptación, mirar con simplicidad.
Es a partir de estos conceptos que se encuentra mucha relación entre los once elementos y la vida de María del Refugio Aguilar y Torres. La Venerable Sierva de Dios fundó el Instituto de Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento en 1910, tiempo de la Revolución Mexicana, momentos de violencia política y civil; años más tarde surge la decena trágica, 1913, en donde atacan a la Iglesia católica, ante estos acontecimientos que ponían en riesgo la fundación naciente, María del Refugio mantiene la alegría “que hace llevaderas las penas y enfermedades” (Foulkes, 1997, p. 310). Esta actitud positiva le permitía mantener su sentido del humor; se mantiene fuerte y lo expresa en una carta a Monseñor Herrera y Piña diciendo que a ella no le amedrentaban asuntos con el gobierno civil y de cualquier manera se procedía a arreglarlos.

Hay muchos detalles a lo largo de su vida en que nos enseñó a vivir con optimismo, con alegría; mujer que supo adaptarse a los continuos cambios políticos, sociales, culturales y educativos. Supo enseñar a sus religiosas el valor de la libertad interior, aunque fuera en contraposición con lo que otros opinaran; se mantuvo fiel y firme en sus ideales. Puede decirse con certeza que María del Refugio vivió en continua resiliencia, es decir en continua transformación de una realidad que parecía ser sombría en un camino de santidad iluminado por la Eucaristía y la Merced.

Esta es parte de la herencia de la Sierva de Dios, nos invita con su ejemplo, a mantenernos con esa capacidad de transformar nuestra vida en historia de salvación, a ser agentes de transformación para otros, llevando esperanza, alegría y optimismo donde más lo necesitan.