San Pedro Pascual

Pronto abandonó la canonjía e ingresó a la Orden de la Merced, recibiendo el hábito en la catedral de Valencia de manos de Arnaldo de Carcasota el 1250. En 1296 viajó a Roma y el Papa Bonifacio VIII lo nombró obispo de Jaén. Fue consagrado por el cardenal Mateo de Acquasparta, en la capilla de San Bartolomé de la Isla Tiberina, el 20 de febrero de 1296. Realizando, luego, la visita pastoral a su diócesis de Jaén, fue asaltado y llevado cautivo a Granada por los moros de ese reino. 

En la cárcel escribió, en lengua lemosina: Disputa del obispo de Jaén contra los judíos e Impugnación de la secta de Mahoma, dos interesantísimas obras de contenido apologético, para suministrar argumentos a los cristianos cautivos contra las prédicas proselitistas de judíos y musulmanes. También escribió: Libro de Gamalie que trata de la pasión y muerte de Cristo, Destrucción de Jerusalén, Tratado contra el fatalismo musulmán, Glosa del Padre Nuestro y Glosa de los diez mandamientos.

 

A este sabio doctor mercedario le cabe el honor de haber defendido públicamente en París y en su escrito Vida de Lázaro, la Inmaculada Concepción de la Virgen María antes que ningún teólogo de occidente, en 1295. Sus hermanos redentores enviaron varias veces el precio de su rescate, pero él prefirió que otros cautivos recobraran la libertad en su lugar. Los cincuenta años que vistió el hábito blanco habían dejado en su alma la impronta mercedaria. El 6 de diciembre de 1300 fue decapitado en la mazmorra, revestido todavía con los ornamentos que había empleado para celebrar la misa. Su cuerpo fue sepultado en el mismo lugar donde estaba la prisión y donde murió. Los cristianos llamaron a este lugar Cerro de los mártires. Sus escritos constituyen un valioso legado de la Orden de la Merced. Algunos escritores mercedarios, como Manuel Mariano Ribera (1720), Juan Interián de Ayala (1721), y Pedro Armengol Valenzuela (1901), han defendido el estado religioso y la profesión mercedaria de este ilustre obispo de Jaén. Recogieron y publicaron sus obras los padres Bartolomé de Anento, 1676, y Pedro A. Valenzuela, 1905-1908.