San Ramón nació en el pueblo de Portell, situado en la comarca de la Segarra, provincia de Lérida, en el siglo XII. Y le pusieron el sobrenombre de nonato, por haber salido a la luz del mundo por la incisión, inspirada y urgente, que la daga del vizconde de Cardona practicó en el vientre de la madre muerta. En su adolescencia y juventud primera se dedicó al pastoreo de un rebaño de ovejas por los contornos de la ermita románica dedicada a san Nicolás, en la que se veneraba una imagen de la Virgen María. Allí nació su devoción a la Santa Madre de Jesús.
Muy joven ingresó en la Orden de la Merced. El padre Francisco Zumel narra que este joven Ramón fue alumno del vigilantísimo primer fraile y Maestre de la Orden, Pedro Nolasco.
Fue, por tanto, redentor de cautivos en tierra de moros. En una redención que realizó en Argel, debió quedar en rehenes. Fue entonces cuando padeció el tormento de ver cerrados sus labios con un candado de hierro para impedirle dirigir palabras de consuelo a los cautivos cristianos y predicar la buena nueva liberadora del Evangelio. Rescatado por sus hermanos mercedarios, el papa Gregorio IX lo nombró Cardenal de la Iglesia con el título de San Eustaquio. Cuando iba ya de viaje a Roma, convocado por el Sumo Pontífice, le alcanzó la muerte en el fuerte y enriscado castillo de Cardona, el año 1240. Su cuerpo muerto, cuya posesión se disputaban la Orden de la Merced, el señor vizconde y la villa de Cardona, fue confiado a la Providencia divina sobre el aparejo de una mula ciega que, sin guía que la condujera, encaminó su trote, acompañada de un gentío, hacia la ermita de san Nicolás donde se dio sepultura al venerable cuerpo.